Qué rápido pasa el tiempo. Personalmente percibo que fue hace no demasiado tiempo cuándo eramos bombardeados por campañas publicitarias que intentaban vendernos un programa falso, o mejor, comprar nuestro voto a cambio de unas pocas mentiras. Programas llenos de respuestas y propuestas que ellos saben que no van a cumplir y que la mayoría nisiquiera no va a leer, cuánto mucho menos valorar. (por diferentes motivos: unos tienen muy claro a quien votar, escriban lo que escriban en su programa, otros no tienen ganas, otros no tienen interés, otros evitan perder su tiempo leyendo mentiras, y propuestas que no se van a cumplir)
Dentro de no demasiado tiempo, volverán a pedirme mi voto, o lo que es lo mismo, vólverán a pedirme que delegue mi responsabilidad en alguno de los grupos que se forman para la ocasión, y que consideran que pueden gestionar mi responsabilidad mejor que yo mismo, que se consideran más capaces que yo para ejercer e implementar mis responsabilidades y que se perciben como los mejores para llever a cabo esta tarea. Quieren, ni más ni menos, que les ceda mi capacidad de decisión, o lo que es peor, que mis decisiones se limiten a elegir a uno u otro grupo. Para tenerme contento, me dejarán hacerlo cada cuatro años.
Toman nuestros pequeños poderes individuales para juntarlos en un poder más grande, y poder así hacer y deshacer, bajo el techo del bien común, lo que les venga en gana. Poder del que tienden a abusar, al amparo del reconocimiento percibido de que son los mejores para ejercer ese poder porque el pueblo los eligió a ellos y no a los otros, olvidándose de las promesas realizadas para comprar ese poder, y del supuesto fin de este modelo, que no debiera ser otro que el de conseguir lo mejor para el pueblo que les dió ese poder.
Poder que, a menudo, les hace olvidar lo que un día fueron y por lo que un día lucharon. Poder que borra todas las intenciones y les convierte en conservadores de poder, que no es otra cosa que hacer y decir todo aquello que les permita seguir ocupando ese puesto. Para ello insultarán, mentirán, robarán y harán todo lo necesario para seguir ocupando esa posición que ellos perciben como un privilegio, y que convierten en un privilegio.
Poder que cambia y destruye principios e ideologías.
Dentro de poco, volverán a pedirme mi voto, mi pequeño poder individual, mi pequeña capacidad de decisión. Y lo harán con estrategias sucias, campañas que tienden a mostrar defectos de los demás más que virtudes propias, que tienden al desprestigio ajeno en lugar de buscar la excelencia propia.
Tienes que ejercer tu derecho a voto nos dicen, convirtiéndolo en un deber u obligación en lugar de un derecho. Sino votas, luego no tienes derecho a criticar o quejarte. Saben que una abstención masiva sería el mayor fracaso posible para ellos, pues sin nuestros pequeños poderes no son nada.
Puedo ejercer mi derecho a no votar. Y yo que no voto, y no delego mis responsabilidades, y no cedo mi capacidad de decisión, y no vendo mi poder, soy el que precisamente puede criticar todo aquello que me parezca criticable, puesto que yo no le dí mi voto a ningún grupo para que use, o abuse, de mi pequeño poder y capacidad de decisión.
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