sábado, 20 de julio de 2013

30 - 37 y pico

Tumbado en la hierba pasaban por mi cabeza decenas de imágenes de los últimos meses relacionadas con la decisión de correr un maratón de montaña. Durante esos meses Galarleiz resonaba una y otra vez en mi cabeza como un mantra que no era capaz de ignorar y que puede que me haya llevado a meterme en algo antes o después de tiempo.

Recordaba mis buenas sensaciones en Jaén, mi carrera de montaña más larga hasta la fecha y desde luego la carrera más de montaña hasta el momento. 36 km y 4400 m de desnivel superados con buenas sensaciones, calor, soledad y emociones positivas del 30 hasta la meta. Sólo algunos amagos de calambre ensombrecieron la para mí perfecta jornada en la montaña. Así y todo finalicé en el primer tercio de corredores. Recordaba Cuenca, la primera carrera de montaña de verdad, Fernán Caballero, la primera carrera de monte de mentira y todos los entrenamientos y pruebas en las que había participado de mejor o peor manera.

Allí tumbado fantaseaba con el momento de entrar en meta, y esa fantasía me ayudó a terminar y superar los malos kilómetros que me tocaron. Tengo algunas excusas, que no son más eso, excusas, para intentar explicar la realidad: mucho calor y húmedo (bueno, calor hace aquí e hizo en Jaén, y además no tuve problemas musculares aquí y sí allí) no había descansado lo suficiente (bueno, nunca lo hago) puede que fuera pasado de forma o sin haber entrenado lo suficiente, no lo sé, tome geles que no me sentaron bien... pues no lo sé. El caso es que entre el km 30 y 37 y pico no podía comer ni beber y hasta que no vomité un par de veces no pude volver a tomar agua e isotónica y volver a correr. Para entonces mi objetivo de tiempo se había esfumado y sólo me quedaba empeñarme en terminar. Y terminé, lejos de mi objetivo, en 6 horas y 14 minutos.

Durante esos km no recuerdo las emociones que me acompañaron, tan sólo pensaba en avanzar y me preguntaba qué narices me había pasado para no poder comer ni beber y encontrarme tan mal (mi estómago no tiene por norma dar problemas digestivos y no suele ser delicado con lo que le llega) sorprendentemente no pensé en abandonar en ningún momento.

Las contradicciones llegaron después, cuándo volví a beber y poder correr y sin embargo mi cabeza se negaba a dar la orden a mis piernas para que corrieran. Tristeza, alegría, frustración, nerviosismo, lágrimas, sonrisas, todo agolpado y sin tiempo para asimilarlo en los escasos 3 kilómetros que me quedaban. Entre en meta contento y casi llorando, fuerte pero frustrado, abatido aún sabiendo que debería estar eufórico y sin ganas de celebrar nada.

Más de 9 horas sólo, primero en el coche, luego en el autobús y después en carrera dan para muchos pensamientos y miedos. Después, El tiempo ha ido poniendo las cosas en su lugar, la frustración ha dado paso a la satisfacción y la tristeza a la tranquilidad. Ahora puedo valorar y evaluar que hice bien y qué mal, porque al final las excusas, excusas son, y en cualquier caso, excepto el calor, estaba en mi mano. Y eso tiene su lado bueno, se puede cambiar.